He tenido muy olvidado mi blog últimamente, pero quiero
retomarlo y cumplir con uno de mis propósitos de año nuevo 2012, el cual fue
escribir constantemente aquí… me he dado
cuenta que últimamente me siento algo atribulada y sospecho que es porque no he
escrito más que mi diario.
Les voy a compartir sobre un artículo muy interesante que
leí de David Cardoso. Nos cuenta sobre un experimento que se realizo hace 40
años en la Universidad de Stanford, donde se les ofrecía un malvavisco a niños
de 4 años que estaban sentados frente a una mesa. El investigador les decía:
“Tengo que salir un
momento, pero regresaré. Cuando me vaya podrán comer el malvavisco, pero si me
esperan sin comérselo, recibirán otro de recompensa.”
El resultado de este
experimento fue que alrededor del 50% de los niños espero al investigador para
recibir su recompensa. Lo interesante fue que después de varios años, estos
niños sabían cómo controlar sus emociones, así es que lograban tener mejores
calificaciones, mejores puestos de trabajo y menos vicios y adicciones.
Varios autores han hablado sobre la importancia de la
inteligencia emocional, quien controla sus emociones desarrolla destrezas de
autoconocimiento, comunicación asertiva, empatía, buena relación social, identificación
de sentimientos y resolución de problemas. Aparte de que pueden controlar la angustia, la
ansiedad, la depresión, el insomnio y otros problemas relacionados. ¿Apoco no
todos queremos tener todas estas características? ¿En dónde venden un poquito
de esto?
Es hermoso contar con el control, sobre todo si se trata del
control de nuestras emociones, con ello podemos lograr lo que queramos, y no se
trata de manipular si no de una situación ganar-ganar con el mundo. Un ejemplo de esto nos lo da Daniel Goleman:
“En una escuela, tres niños de 11 años están por comenzar a
jugar futbol. El menos atlético pasa
enfrente de los otros dos y lo ridiculizan: “Así que piensas jugar futbol eh?”.
El niño poco atlético sin acomplejarse contesta: “si, voy a tratar de hacerlo,
aunque no soy bueno. En lo que si soy hábil es en dibujar, y lo hago muy bien. Pero
tu eres muy buen jugador de americano; algún día quisiera serlo como tú”
Después de esas palabras el niño agresor se sorprendió y
contesto de manera más cordial “¿sabes? Quizás no seas tan malo. Probablemente te
pueda enseñar algo”. Es genial como este niño pudo transformar una pelea en una
oportunidad de hacer amigos. A esto se le conoce como inteligencia emocional.
¡Qué padre! ¿no?
Fuente: Cardoso Yañez, David "Emocionalmente inteligentes" página 26 Enero-marzo 2012 de: http://integratec.quadratoclientes.com.mx/Ene-Mar12/Frames.aspx